Relatos de Esparto

Tuesday, February 13, 2007

JUANA LA COJA



Muleta de pino, almohadillada de arpillera, siempre de negro, moño mugriento, tez de colorete de papel y labios eternamente rojos, no se sabe de qué teñidura, con sus sempiternas alpargatas de felpa, tanto en invierno como en verano, de esta guisa andaba por el pueblo la hermana Juana "La Coja".
Con chabola propia en su altozano, sin más escritura de propiedad que su presencia, en cada esquina, en su constante vagar diario, se jactaba de ser descendiente de los primeros pobladores del pueblo. Quizá por eso, pensando que todo el pueblo era suyo, lo de la notaría nunca pasó por su cabeza. Quién le pone puertas al campo!
Eso sí, llegada la cosecha, dócil como ninguna, en corro infernal de comadres, sin articular palabra, remendaba sacos y costales como ninguna y, siempre, con mirada burlona, hacía notar el desprecio que su dignidad de "coja rancia" experimentaba hacia sus congéneres que le acompañaban.
No era para menos. En el pueblo, a la hermana Juana, "La Coja" se le tenía una mezcla de miedo brujeril, respeto casposo y desprecio patriótico, ésto último debido a la propaganda bastarda vertida por el cura y demás fuerzas vivas.
Y es que la hermana Juana había cometido un crimen que, por aquel entonces, no tenía perdón. Se casó con "El Eustaquio", cabecilla comunista en un pueblo en el que no hubo revancha alguna en la guerra civil, que impidió crímenes y venganzas, pero que se permitió el lujo, durante unos días, de tomar el Ayuntamiento y proclamar una república inexistente y que, al cabo del tiempo, una vez "restablecido el orden", le llevó al "paseíllo" purificador. Ese era el purgatorio que tenía que pasar "La Coja", y, a fé que lo pasó!
En el pueblo, corría la voz de que "el Eustasio" bajaba, de vez en cuando, del monte para proveerse de comida y dar algún retozón, pero lo cierto es que nadie lo consiguió ver, apesar de que los somatenes, imbuídos de amor patriótico, lo esperaban al ponerse el sol, nunca cara al sol, como si de una pieza de caza se tratara.
La hermana Coja, mientras tanto, seguía remendando costales, malviviendo, pero paseando su muleta de palo por el pueblo.
Un mal día de trilla y solano, avanzada la mañana, el poyete de pleita que siempre ocupaba en la casa del amo, estaba vacío; los sacos y costales por los suelos y las agujas tomiceras hincadas en el vellón esperando inutilmente su presencia.
El Eustasio y La Coja, juntos, cogidos de la mano, yacían en el suelo de su chabola, atrozmente tiroteados, se supone que por fuerzas patrióticas que aquel día, triste día, debieron pensar haber salvado al pueblo de las hordas marxistas.
El pueblo decía que había sido gente de fuera...
La mala conciencia.
Greco

4 Comments:

  • At 9:52 PM, Anonymous Anonymous said…

    Qué razón llevas en las historias que explicas, pero fíjate que ésta hasta me ha sonado. Es cómo si mi madre me la hubiera contado. (Ella, es de un pueblo de Castilla-León).
    Relatando me entusiasmas. A lo mejor es por eso que sólo leo, y nunca opino en tus relatos.
    Viva el realismo!!. Ah! y el lenguaje, impecable.
    Besos
    Azar

     
  • At 8:17 AM, Blogger Greco said…

    Gracias, Azar, por tu visita y no dudes en hacer el comentario que creas oportuno.

     
  • At 7:43 PM, Anonymous Anonymous said…

    con razón te he dicho que tu poesía es buena, pero tu prosa es fantástica. Sigue escribiendo estos relatos que me encantan.

    Un beso

    Laser

     
  • At 8:26 AM, Blogger Greco said…

    Espero seguir con estos relatos que me alegra te gusten.
    Un beso

     

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