Relatos de Esparto

Saturday, May 19, 2007

EL PERILLÁN DESPERILLADO (1ª parte)



Hallándose un perillán de bajas luces, refocilándose con hembra fácil a la puerta de un cenobio, hete aquí que dió en pasar a su lado un lego mendicante que, a buen seguro, sin aviesa intención, interrumpió la feliz coyunda con su demanda limosnera, recibiendo, a la postre, un soberano puntapié en su mermado trasero que más pareció coz de mulo loco.
Malherido, el buen lego, más en el alma que en el cuerpo acostumbrado a cilicios y vergajos penitenciales, a duras penas, atinó a susurrar un "Dios te lo pagará, hermano", mientras entraba en el convento a toda prisa, no fuera a ser que aquel desheredado arremetiese, de nuevo, con sus golpes.
Pasó el tiempo. Nieves y estíos se sucedían con anodina monotonía, en el diario quehacer frailuno, sin que nada turbase la tranquilidad monacal. Así todo, un buen día, sonó la campanilla de la portería con inusual insistencia.
-- Quién necesitará de nuestro auxilio con tal premura?, susurraba el lego, avivando su paso.
-- Alabado sea Dios, hermano. Qué deseais de este siervo de los siervos?
No podía dar crédito a lo que veía. Ante sí, dolorido, hecho una piltrafa, se encontraba aquel pícaro que, en su día, le había dado de puntapiés por cumplida limosna.
-- Qué se os ofrece, hermano?
-- Ay, padre, qué dolor...!
-- Qué te han hecho? Por ventura te han asaltado para robarte?
-- Sí, hermano: me asaltaron y me robaron. Me asaltó una legión de bichitos pequeños que parecían inofensivos y que, noche tras noche, me chupan la sangre. Empezaron por salva sean las partes y ya han tomado todo mi cuerpo. Al tiempo, vergüenza me da confesarlo, pero tengo lo que queda de lo que fue miembro viril, como en carnes vivas. Todo ello, con los escozores que conlleva, me ha robado la calma y hasta las ganas de vivir, que ando sin hambres y dolorido.
-- Hmmm..., vamos a ver, soleis andar por los burdeles?
-- Esa, esa es la causa de mi vergüenza.
-- La causa de vuestra vegüenza y de que esos "bichitos" como llamais, que más que ladillas parecen cangrejos, os vayan dejando huero de tánto chuparos las entrañas.
-- Creeis, buen hermano, que podré curarme?
-- Con la ayuda de Dios y no poco esfuerzo y dolor, es posible que salvemos lo poo que queda de hombría en Vos.
-- Haga, haga todo aquello que vea menester, que yo aguantaré el dolor y sabré recompensaros como corresponde a tamaño favor.
Espero que no sea la recompensa como la única vez que nos vimos, pensaba el humilde lego, a quien todavía le dolía la rabadilla por mor de aquel malhadado encuentro.
-- Lo primero que debereis hacer es desnudaros. Es menester quemar todas vuestras ropas, así como las que conserveis en vuestra casa.
-- Pero, hermano, son ricas y valiosas...
-- A las ladillas que por ellas camparán a sus anchas, nunca les ha importado el valor de los vestidos.
-- Si no hay otro remedio...
-- No, no lo hay. A continuación, os he de esquilar hasta dejar vuestro cuerpo como el culo de un recién nacido, para, a continuación, pasaros la teja, rascando fuerte, como a cerdo en matanza.
-- Pero eso será muy doloroso...
-- Más dolores pasaron nuestros mártires y eran inocentes. El dolor os servirá para purgar vuestro pecado carnal y purificará vuestros deseos.
-- Y bien, a qué más torturas he de someterme?
-- Ahora, sin duda, llega la parte crucial y dolorosa y espero estéis a la altura de las circunstancias que hasta mí os trajeron.
-- Contad, contad, hermano, que no puedo con el desasosiego.
-- Habeis de ir, sin que tela alguna roce vuestro cuerpo, hasta la fuente pública, de la que manan aguas ricas en sulfuros y permanecereis, sumergido en sus aguas, hasta la altura de la barbilla, durante dos horas.
-- Pero terminaré congelado...!
-- También se helarásn las crías de ladilla que os puedan quedar. El sulfuro os quemará y abrirá los nidos de tan perversos huéspedes, me seguís?
Y he de exponer mis vergüenzas, por la calle, en el trasiego de ida y vuelta?
-- Mucho hablais de vergüenza, cuando nunca os ha importado hacer exhibición de vuestros apetitos libidinosos y pecadores. Estais a punto de acabar con mi paciencia y, a fe de nuestro Señor Jesucristo, que, si no seguís, al pie de la letra, todo cuanto os digo, quedareis, de por vida, de la poca que os quedaría, sometido a dolores tales, que el infierno os parecería el paraíso.
-- ea, pues, buen monje, que comience mi martirio.
Greco
continuará...

0 Comments:

Post a Comment

<< Home